La fiesta de octubre, también llamada Oktoberfest, se está celebrando en Munich esta semana. Desde el 20 de septiembre al 5 de octubre la ciudad bávara celebra la fiesta más multitudinaria de Alemania y una de las más grandes del mundo. Habitualmente se acercan más de seis millones de visitantes por Theresienwiese, el campo habilitado para su celebración.
Esta fiesta se lleva celebrando en Munich desde 1810, la primera vez fue un acto en honor al matrimonio entre el príncipe Luis I de Baviera y la princesa Teresa de Sajonia-Hildburghausen y, alejada de lo que supone hoy, se realizó una carrera de caballos. Ante el éxito que tuvo, se decidió repetir al año siguiente y así empezó a crecer y asentarse como una festividad del agrado de todos los alemanes. Un siglo después, la celebración ya contaba con más de 10.000 invitados y se llegaron a servir 12.000 hectolitros de cerveza.
El Oktoberfest no queda inaugurado hasta que el alcalde abre el primer barril de cerveza, esto debe suceder el primer día de fiesta al mediodía. Entre las curiosidades, se cuentan los golpes que el alcalde necesita para abrirlo y hay incluso apuestas. Cuando este derrama la primera jarra de cerveza, se grita “O ´zapft is!”, que viene a significar “Está abierto” y se disparan salvas de cañón. Con estos disparos se da paso a la apertura de los demás barriles y a servir cerveza a los demás asistentes.
Existe una reglamentación para que una marca pueda vender cerveza dentro del recinto: debe ser fabricada en Munich y se exige un mínimo de 6% de alcohol. Si no se cumplen estos criterios, no puede ser designada “cerveza Oktoberfest”. A día de hoy, solo seis cervezas los cumplen y pueden ser vendidas.
El negocio es importante para las marcas de cervezas, cada año llegan a venderse más de seis millones de litros de cerveza, y cada litro tiene un precio de venta al público que se suele mover entre los 8,5 y 10 euros. Como se puede ver, supone un importante volumen de ingresos.
Entre tanto bávaro vestido con los atuendos típicos, no es complicado distinguir a la oleada de extranjeros que se acercan al festival. Su inauguración es anunciada en los noticiarios de todos el planeta y supone llenos hoteleros en Munich. Pero no se detiene aquí, esta celebración ha sido exportada y en incontables ciudades por el planeta se instalan carpas donde se trata de imitar la fiesta original. Eso sí, no coincidiendo en fechas.
Para quien no lo haya visitado, supondrá un shock. No solo por la cantidad de gente y cerveza, sino por ver a los alemanes disfrutar y bailar con gran alegría, en contraste con la imagen tan fría que nos suele llegar. Y si no podemos ir, no hay mejor manera que celebrarlo que pidiendo una buena cerveza alemana en cualquier bar.